martes, 30 de diciembre de 2008

AÑO NUEVO

Mañana se producirá para la mayoría de los humanos (los que siguen el calendario Gregoriano occidental) un cambio de año. Éste suele ser un acontecimiento muy destacado por los mortales, ya que supone una serie de cambios que, a veces, poco tienen que ver con el hecho de sumar una cifra a la fecha anual. A nosotras las sibilas nos llama la atención ver como ese numerito extra trae consigo una infinidad de deseos, buenas intenciones y propuestas para el futuro. Los humanos se proponen dejar de fumar, buscarse novi@ (el que no lo tenga), casarse (el que ya tenga novi@), ser mejor persona, ganar más dinero, tener más salud, tener un mejor trabajo, que a su jefe le caiga un rayo… y una infinidad de deseos más. Para nosotras, las sibilas, los años no pasan. Nosotras no envejecemos y, sin embargo, sí os vemos envejecer. Para nosotras un día en un calendario no es nada más que una minúscula porción de tiempo que no cambia nada en la inmensidad de una vida eterna. Pero ante todos esos comportamientos extraños que los humanos tenéis en estas fechas (señores que se visten con barbas y un traje rojo, árboles de plástico con luces de colores, gente que canta canciones sobre nieve que cae en palestina) y todos esos deseos que os proponéis al unísono como si ese día fuerais, por fin, capaces de cumplirlos, hoy he visto algo que a las sibilas sí nos causa una profunda emoción. He visto a un grupo de humanos, hombres y mujeres jóvenes pero con años de amistad y de experiencia a sus espaldas. He visto como charlaban, reían y disfrutaban de un momento juntos. No hacían deseos para un nuevo año, porque al menos uno de esos deseos lo estaban cumpliendo en ese momento. Las sibilas estaremos aquí el año próximo y todos los que vengan después, observando y analizando la curiosa vida de los mortales. Pero dedicaremos un momento para seguir con simpatía a ese grupo de amigos que disfrutaban juntos el otro día. Y, aunque no hayan pedido ningún deseo,… alguno les concederemos.

viernes, 26 de diciembre de 2008

1980: FAMA

Los años 80 son recordados con mucha frecuencia por su música, su moda, su libertad creativa y, no en menor medida, por su cierto tufillo hortera. Hoy las sibilas recordamos como en 1980 la década se iniciaba con una película que resulta bastante descriptiva de lo que nos traerían los diez años siguientes. En Fama aparecen los cardados en el pelo, las hombreras, los calentadores y todo el vestuario chirriante, que los humanos tuvisteis que padecer durante esos años. Aparecen también una colección de buenas canciones, algunas con esos arreglos tan característicos del pop de los 80: sintetizadores que hacían buuuuu y huaaaa y esas horribles baterías electrónicas que sonaban a lata. Y aparecen, como no, muchos números de baile: los comienzos del hip-hop, funky y de danza “contemporánea”. El conjunto no deja de provocarnos alguna sonrisa e incluso un poquito de vergüenza ajena ante algunos momentos de la película, pero aun con todo eso, nos emociona.
Nos emociona porque los humanos habéis sido parte de eso: cortes de pelo horribles y pantalones que llegaban de largo hasta los tobillos. Nos emociona porque, aun con esa estética, nos resulta más real y más enriquecedor que otros Fama que aparecen en televisión últimamente. Nos emociona porque las canciones están en vuestra memoria y en nuestros corazones.
Nos emociona porque esos jóvenes que cantaban “con el tiempo todos seremos como las estrellas” nos parecían ingenuos pero estaban dispuestos a lograrlo. Nosotras no tenemos edad y hemos vivido todas las épocas, también los años 80.
Fama, de Alan Parker, nos emociona porque nosotras también estuvimos allí.



I sing the body electric
I celebrate the me yet to come
I toast to my own reunion
When I become one with the sun

And I'll look back on Venus
I'll look back on Mars
And I'll burn with the fire of ten million stars
And in time
And in time
We will all be stars

I sing the body electric
I glory in the glow of rebirth
Creating my own tomorrow
When I shall embody the earth

And I'll serenade Venus
I'll serenade Mars
And I'll burn with the fire of ten million stars
And in time
And in time
We will all be stars

We are the emperors now
And we are the czars
And in time
And in time
We will all be stars

I sing the body electric
I celebrate the me yet to come
I toast to my own reunion
When I become one with the stars

And I'll Look back on Venus
I'll look back on Mars
I'll burn with the fire
Of 10 million stars
And in time (And in time)
And in time
And in time (and in time)
And in time
And in time (and in time)
And in time
WE WILL ALL BE STARS

miércoles, 24 de diciembre de 2008

LA BUENA (Y MALA) EDUCACIÓN.

La buena educación, esa que algunos mayores consideran basada en la competitividad, en la rivalidad con el de al lado, en el que “a mi niño no le falte de nada” y, sobre todo, en una despreocupación total por inculcar en el pequeño unos valores que, a esta sibila, le parecen fundamentales como el RESPEEEEEEEEEEEEETOOOOOOOOOO,el trabajo y la solidaridad (entre otros). Así, ayer que bajé un rato a la tierra de los mortales para desentumecer un poco mis huesos, me topé en distintos lugares con algunos grupos de adolescentes, pequeños con gran capacidad consumista, con gran intolerancia a la hora de relacionarse con los demás y, sobre todo, con poco RESPEEEEEEEEETOOOOOOOOOO hacia los de su misma especie. Me pregunté varias veces cómo llegaba una persona tan joven a convertirse en algo así y, un rato después llegué a la conclusión de que la educación familiar y escolar ha de ser fundamental para forjar la personalidad de estos chavales que un día tomarán las riendas del futuro.
Al final del día, me metí en el cine con otra sibila para ver una peli que se llama La Ola (de Dennis Gansel). Esta película, trata entre otras cosas de la educación y de la vulnerabilidad que los jóvenes (y los otros) presentamos en lo que a posturas ideológicas y de relación con los demás se refiere. Merece la pena echarle un vistazo para reflexionar, por ejemplo, acerca de la importancia de la buena (y mala) educación.

SIN RESPUESTAS

El hecho de ser una sibila tonta e ignorante (frente a los grandes sabios que andan por ahí abajo), de cuando en cuando, tiene sus ventajas. La principal es la tranquilidad (relativa) que da tener consciencia del basto terreno por descubrir que hay ante mí todos los días. De tantas (y tan buenas) formas es el hombre capaz de expresarse desde hace cuántos, ¿quinientos siglos?, que ni siquiera las sibilas con nuestra longeva vida llegamos a abarcarlas.
A parte de la experiencia de algunos nobles sentimientos lo de ofrecer cosas que de pronto, sin saber por qué, reblandecen el corazón es lo más alucinante que los seres humanos son dueños de aportar a una servidora.
En general, ésta es una sensación estupenda como digo, aunque a veces también se convierte en un sentimiento torturador, como, por ejemplo, cuando surge insistentemente desde todos los rincones de mi estrecho cerebro la frase: NO HAY TIEMPO QUE PERDER.
Hace unas semanas tropecé con una biblioteca. Uno de esos extraños lugares, entre horteras y fascinantes, que me producen un sentimiento de envidia y de hastío, pues a mí los libros me gustan en propiedad. Cuando un libro me emociona me gustaría verlo lucir para siempre en mi estantería. Si ese libro me lo ha prestado, por ejemplo, una biblioteca, me fastidia tener que devolverlo. Y por otro lado me resulta extraño ir a la librería y pagar por un libro que ya he leído y disfrutado. Es un extraño problema para el que, de momento, no tengo solución. A veces me digo que no volveré a una biblioteca nunca más. Pero lo cierto es que cada vez que paso por delante de una de ellas, me resulta muy difícil no entrar. No sé, tal vez sea a causa del mareo que supone pasear por entre los pasillos de libros. El no saber a dónde mirar. El ansia de tener algún día todos esos objetos en mi cueva. Los dibujos, las portadas, las encuadernaciones, los tipos… Creo que la borrachera de todo esto es lo que me incita a visitar estos lugares una y otra vez. Quizá piense (y no me atreva a reconocérmelo) que pasar un ratito allí dentro de cuando en cuando sea suficiente para quedar inoculada con algo de la información que allí se guarda. Maldita idiotota.
Lo cierto es que muchas veces pillo prestados libros o discos o películas que tras tener unas semanas en mi cueva ni leo, ni escucho ni veo. Pero da igual. Pasar un rato en una biblioteca es como hacer una buena acción: Es una cosa que hace sentir bien aunque a veces no sirva para nada.
Sin embargo, hay veces que sí leo o escucho o veo lo que pillo prestado. Una de estas veces que me senté a ver fue para descubrir Blow up (que tiene un infame y absurdo subtítulo en la versión española: Deseo de una mañana de verano), la peli de Antonioni. Es una peli del 67, así es que imagino que, como de costumbre, soy la última en descubrirla.
Me repanchingué en el catre, le dí al “on” y empecé a ver.
Durante el transcurso de la primera escena me tuve que incorporar porque había algo en aquellos fotogramas que me parecía, no sé, muy bello.
Luego vino la sesión fotográfica del prota con aquella modelo en la que terminaban haciendo el amor sin hacerlo. Y luego las demás. Las escenas eran muy largas y se hablaba muy poco. Había mucho de surrealista, de sinsentido. Me gustan las cosas bellas que no necesitan de un sentido.
Blow up aborda, entre otros, un tema que, como actividad preferente de las sibilas que es, siempre me ha excitado mucho: la observación. Esa actividad del voyeur que, en mayor o menor medida, tod@s llevamos dentro y que se ha explorado tantas y tantas veces en el arte. Ahora me vienen a la cabeza El hombre invisible, La ventana indiscreta o la pintura de Hopper, por ejemplo. Esa extraña atracción por asomarnos a la intimidad de los demás sin que estos lo sepan (o a veces sí lo sepan pero hagan como que no lo saben o, sencillamente, no les importe).
Me cautivó desde la primera secuencia (Londres, la cara del prota…) el poder hipnótico de las imágenes.
Si algo me ha gustado siempre de la fotografía frente a la imagen en movimiento es esa mayor facilidad para hacernos creer cualquier cosa. Que esto ocurra en el cine resulta admirable. La verosimilitud es muy importante para mí en el cine, sea la película del género que sea, y ésta es una cuestión más dependiente del trabajo de los actores, del argumento y de los diálogos que de los efectos especiales.
También hay una cuestión en Blow up que a esta sibila atrae mucho y es el interés del director por mostrar el proceso de la investigación más que los resultados obtenidos a partir de la misma.
Para disertar sobre estos últimos (los resultados) ya estamos los demás. O lo están los que quieren una explicación; los que necesitan respuestas. En cierto modo éste es el trabajo de los críticos. A mí modo de ver inventan nuevas historias a partir del trabajo de otros.
Esta película me ha traído a la memoria un pequeño ejercicio que suelo practicar y que me divierte sobremanera. Consiste en poner un trabajo propio que ya tenga cierto tiempo frente a mis narices y rememorar los caminos que me hicieron llegar hasta allí. A menudo descubro caminos nuevos o enlazo con otros que a veces me llevan a nuevos lugares en una ramificación que podría no tener final.
Hay tantas explicaciones para cada cosa como queramos dar.
Me divierte descubrir de cuando en cuando como los artistas bromean con los análisis que de sus obras hacen los demás. Si por algo me gustaría ser una artista (si tal cosa fuera posible) sería porque otros analizaran mis obras y alumbraran nuevos significados y caminos.
Pero, como decía al principio, de Blow up me ha emocionado, sobre todo, como Antonioni juega con la impulsividad, con la imprevisión de los personajes. Los hombres (y mujeres) de Blow up hacen continuamente cosas incomprensibles, sin sentido, lo que hace de ellos seres fascinantes. Esos actos espontáneos y absurdos a mí me resultan muy divertidos e inspiradores. Tal vez porque crea que este comportamiento es propio (al menos más que otros) de los que son libres.


martes, 16 de diciembre de 2008

HUMANOS INMORTALES

Manoel de Oliveira, Oscar Niemeyer, Francisco Ayala y Bebo Valdés son cuatro representantes en activo de las más importantes manifestaciones del arte: cine, arquitectura, literatura y música. Esto no tendría nada de extraordinario de no ser porque entre los cuatro suman la impresionante cifra de 393 años de edad. Bien es sabido que la vida es un regalo que se nos otorga, pero en algunos casos extraordinarios este regalo se disfruta de una manera incomparable.
Un famoso director de cine comentó que recordaba cuantas películas había realizado debido a que tenía una úlcera por cada rodaje, dando una acertada descripción de la dificultad y la dureza que supone ponerse al frente de un equipo de decenas de personas siendo uno el principal responsable. Manoel de Oliveira ha cumplido 100 años y se encuentra actualmente en el proceso de rodaje de su nueva película.
Oscar Niemeyer acaba de cumplir 101 años de una espléndida lucidez y sigue en activo con varios proyectos arquitectónicos que están en proceso de realización.
Francisco Ayala tiene 102 años y es historia viva del siglo XX en España y toda una realidad en la literatura actual.
Bebo Valdés, el más joven de los cuatro, sólo cuenta con 90 años. Pero su vitalidad sigue intacta en conciertos y grabaciones por medio mundo.
Las sibilas, como es bien sabido, somos inmortales. Para nosotras los años no suponen un merito sin más. Pero hay ocasiones en que las sibilas nos volvemos insignificantes ante unos humanos que han decidido vivir con mayúsculas una vida eterna y ofrecérsela en forma de arte a todas las generaciones que les han acompañado, les acompañan y les acompañarán, seguro, en el futuro.
Eso y sólo eso es ser inmortal.

lunes, 15 de diciembre de 2008

CHOP, CHOP


A veces necesitamos (diría que es muy recomendable) el juicio de otro u otros para validar (contrastar) el nuestro. Este juicio ajeno no tiene que estar en sintonía con el nuestro, sino simplemente ser razonado y fundamentado. Esto es suficiente para que uno tenga otro u otros prismas con los que abordar lo que sea. Tal vez esos argumentos juiciosos, aun siendo distantes a nuestro parecer, nos hagan ver cosas que se nos escapaban o el porqué estamos en lo cierto y, por consiguiente, qué hace que los demás se equivoquen (o no entiendan lo que a veces tratamos de decir).
La action painting (o pintura de acción) consiste, básicamente, en derramar pintura sobre un soporte, sin más preocupación.
Jackson Pollock (Wyoming 28 de enero de 1912 – Nueva York 11 de agosto de 1956) fue el máximo exponente de esta corriente americana encuadrada dentro del expresionismo abstracto.
Me parece interesante de esta pintura el automatismo y la no premeditación (como ya hicieron los surrealistas antes y supongo que algunos otros); el hecho de afrontar la obra sin ninguna idea previa, sin bocetos preparatorios y sin fase de investigación. Esa forma de salto al vacío me interesa. Resulta apetecible.
En cuanto a los resultados que Pollock obtuvo a partir de ahí, pues los ahí más y menos atractivos, como es natural. Lo que esta sibila no entiende es el revuelo que se armó en torno a unas cuantas gotas de pintura vertidas al azar sobre un soporte.
Es evidente que Pollock se lo pasaba en grande paseándose con una brocha chorreante por encima de un lienzo. Y como ejercicio terapéutico o de prospección psicoanalítica está de p.m.
Yo veo sus drippings, más que como una obra de arte, como un ejercicio de auto-ayuda.
Estas semanas atrás, cuando salía a la luz en todos los medios la inauguración de la cúpula de la sala tal de las ONU, decorada por Miquel Barceló (Felanitx, Mallorca, 1957), me recordó a las action paintings de Jackson Pollock. Veía a Barceló con su laza-pinturas danzando por la sala apuntando al techo y no podía evitar acordarme de Jackson Pollock y sus chorreones sin ton ni son.
Es digna de admiración la valentía de un hombre como Barceló, al que le dan un enorme montón de pasta y un descomunal lienzo que llenar con entera libertad y lo afronta sin pestañear. Qué tío.
Porque aquí no hay marcha atrás ni posibilidad de indiferencia, no. Aquí hay que acertar sí o sí.
En este asunto ya no encontré conexiones con Jackson Pollock, ya que éste acometía superficies más modestas e invertía presupuestos bastante más raquíticos en sus obras. Con lo cual, si el resultado no era satisfactorio (cosa que entraba dentro de lo posible debido a la ya mencionada improvisación y al automatismo), se arrinconaba y nadie tenía por qué tener noticias de ello nunca jamás.
Sin embargo, lo de Barceló, ay lo de Barceló…
Dicen que llenó cuadernos de bocetos, pero, viéndole manchar, no puedo encontrar conexión entre aquello y boceto alguno.
En cuanto al dinero, las sibilas no entendemos mucho de cifras económicas porque sólo manejamos dinero cuando descendemos allá abajo, pero veinte millones de euros se nos antoja mucha pasta en pigmentos. ¿No?
Dicen los mortales que para gustos colores y aquí no faltan, “así es que esto debe contentar a todos”, pensaría Barceló. Ay, qué tío.
Yo, como decía al principio, para todas estas cuestiones necesito de un juicio más meditado que me ayude a entender lo contrario o me ratifique en el juicio propio.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

TEATRO

Hoy he vuelto a bajar a la tierra de los mortales y me he dado un paseo por un teatro. Ese lugar donde unos humanos fingen ser otros y muestran sus grandezas, sus miserias, el odio y el amor. Las sibilas no comprendemos cómo los mortales pueden emocionarse con algo que saben que no es real.
Ese hombre que está sobre un escenario es un actor, no es la persona que representa. Las frases que dice no son producto de su invención, es un texto aprendido y recitado. Ni su apariencia ni su voz son las que nos ofrece, su aspecto físico está alterado y su voz impostada. Ni siquiera los sentimientos que manifiesta sobre la escena son reales.
Las sibilas no comprendemos muchas cosas de los mortales.
Pero hay cosas que para los mortales no necesitan ser comprendidas sólo sentidas.
Hoy esta sibila ha vuelto a bajar a la tierra y desde una butaca ha escuchado a un actor recitar unas frases que, nos da igual que para él fuesen o no ciertas, para todos los demás sí lo eran.
Será el misterio del incomprensible y maravilloso mundo del teatro.

LEBRET.
Si a reprimirse acertara
tu espíritu… mosquetero,
tuvieras gloria, dinero.

CYRANO.
¿Y a qué precio lo alcanzara?
¿De qué medios me valdría?
Di. ¿Buscando un protector
y medrando a su favor
cual la hiedra que a porfía
el firme tronco abrazando,
lamiéndole la corteza,
suavizando su aspereza,
va poco a poco escalando
la copa? ¿Yo así medrar?
¿Yo por astucia elevarme?
¿De mi ingenio no acordarme
ni con mi esfuerzo contar?
¡No Gracias!
¿Con la pretensión
de que a su mesa me siente,
arrastrarme, cual serpiente
ante estúpido anfitrión,
y ejecutar contorsiones
con agilidad dorsal?
¡No, gracias!
¿Original
talento en sus producciones
suponer en un plagiario,
y adorar noche y mañana
el santo por la peana,
siempre pronto el incensario?
¡No, gracias!
¿Qué cual necio tema
si a otro más necio se irrita?
¿Consagrarme a una visita
mejor que a hacer un poema?
¿O, tras mil y mil desgracias,
a sueldo hacer memoriales
u otros oficios triviales
¡No, gracias! ¡No, gracias!

En cambio… ¡oh, dicha, vencer
gracias al propio heroísmo,
fiando sólo en ti mismo,
pudiendo siempre a placer
himnos de gloria entonar
o denuestos proferir,
soñar, despertar, sentir,
lo que es hermoso admirar;
tener firme la mirada,
la voz que robusta vibre,
andar solo, pero libre,
ponerte, si ello te agrada,
el sombrero de través,
por un sí o un no batirte,
hacer versos o aburrirte,
ser arrogante o cortés;
no escribir nunca, jamás,
nada que de ti no salga,
y, modesto en lo que valga,
pensar que otro vale más;
¡y contentarte, por fin,
con flores, y hasta con hojas,
como en tu jardín las cojas
y no en ajeno jardín!...
En resumen: desdeñar
a la parásita hiedra,
ser fuerte como la piedra,
no pretender igualar
al roble por arte o dolo,
y, amante de tu trabajo,
quedarte un poco más bajo,
pero solo, siempre solo.

EDMOND ROSTAND (Cyrano de Bergerac. Acto II, Esc. VIII).

domingo, 7 de diciembre de 2008

ZIGGY EN TODAS PARTES

Un caluroso día de agosto del 72, en un café londinense, escuché una canción que sonaba en la radio que me puso en la pista de algo grande. La canción se llamaba Starman y hablaba de un tipo de las estrellas que quería venir para salvar al mundo (el de los mortales). Pensé, falta hace. Qué canción más cojonuda.
Llamé al Top Of The Pop’s de la BBC y me hablaron de un tal Bowie. Me costó cierto trabajo conseguir el disco, pero finalmente me hice con él. El título prometía: The Rise And Fall Of Ziggy Stardust And The Spiders From Mars. Casi nada.
Corrí a mi cueva. Posé la aguja sobre el borde del disco y al momento comenzó a sonar una batería extraña, como de juguete. Era un tema titulado Five Years (años más tarde las sibilas convertiríamos esta canción en un cuento y la ilustraríamos para una publicación). Bowie contaba como un tipo se abría paso en la plaza del mercado conmocionado por la noticia que acababa de conocer: el mundo se acababa en cinco años (el de los mortales, el de los mortales).
Para cuando sonaba la última canción del disco, la inolvidable Rock And Roll Suicide, yo ya estaba convertida a la doctrina del dios Bowie.
Unos meses después estaba en la cola del Hammersmith Odeon para vivir ese concierto final de la gira. Llevaba mi abrigo de pelos imposible y me había emborronado la cara con maquillaje del malo. Una enorme cola humana de múltiples colores daba la vuelta a la manzana. Vi como Angie (la mujer de Bowie en aquella época, la de la canción de los Rolling) salía por la puerta de atrás.
Más tarde, dentro, recibí uno de los reveses más duros de aquellos años. Bowie anunció que Los Spiders From Mars se disolvían y que Ziggy abandonaba su cruzada. Aquel sería el último concierto que darían encarnados como tales personajes. Y lo anunciaba así, en directo; sin anestesia.
A lo largo de cuarenta años he seguido a Bowie en sus giras, he comprado sus discos y no hecho otra cosa sino aumentar mi admiración por su música.
A Bowie tenemos mucho que agradecerle los aficionad@s a esos sonidos denominados genéricamente rock y pop.
La discografía de Bowie puede abordarse prácticamente por cualquier punto y disfrutar de grandes canciones. Incluso sus últimos discos, al contrario que la mayoría de los dinosaurios del pop y del rock, denotan compromiso, muestran dignidad y guardan siempre alguna perla que otra.
Sin embargo, recuerdo aquella etapa glam con especial simpatía. Como algo único e irrepetible. En el Londres de aquellos días se propagó la sensación de que todo era posible, de que podías ser quien quisieras ser. De que era carnaval todo el año.
Cierto es que algunas de aquellas pintas eran realmente horribles y ridículas, y más si las juzgamos desde el presente (con lo injusta que es la distancia), pero en general era divertido ver como cada uno había improvisado su otro yo, tal vez ése que realmente le hubiera gustado ser de haber podido elegir. En ocasiones, ir así vestido te hacía sentir la prota de un cuento fantástico. Y si no, al menos le dabas un festín a tus sentidos.
También es cierto que la música, amigas mías, tan excitante, maravillosa e irrepetible, ayudaba de forma definitiva. Si cerrabas los ojos, podías sentirte en otro mundo. En uno lleno de glamour y color…
Para los que no lo sepan glam es el apócope de glamour y con él se bautizó a este periodo de la historia del rock tan folletinesco, cuyo apogeo duró cuatro o cinco años en los primeros setenta y cuyo eco llega hasta el presente en forma de intermitentes revivals y reivindicaciones incluso más allá de la música.
Todos apuntan a Marc Bolan y a su banda, los T-Rex (de Tyrannosaurus Rex) como el ideólogo de este tinglado. Como en toda revolución se trataba de una ruptura con el estado de cosas imperante en ese momento en el panorama musical (y la cultura urbana). Ante el auge del rock progresivo y el virtuosismo instrumental estos chicos reivindicaban la inmediatez, la espontaneidad, la teatralidad y la diversión en una vuelta a los orígenes del rock.
Escribían canciones cortas, de sonoridad musculosa y rotunda, con riffs de guitarra muy pegadizos. Se interesaban por la poesía romántica y simbolista, la literatura fantástica rollo Tolkien y las historias de otros mundos. Le daban mucha importancia a la imagen y a la puesta en escena. Usaban un vestuario extravagante, de vivos colores, con dorados y purpurinas. Se maquillaban y adoptaban una pose ambigua buscando la reacción en el público.
Desgraciadamente Marc Bolan murió pronto y fue Bowie, amigo y compañero de fatigas, quien tomó las riendas y desarrolló lo que Bolan había apuntado.
Bowie dotó al rock de una teatralidad, una profundidad y un discurso hasta entonces desconocidos. Creó su alter ego Ziggy Stardust, editó el álbum ya citado The Raise And Fall Of Ziggy Stardust And The Spiders From Mars, uno de los discos más celebrados de la historia del rock (el primer disco conceptual del que tengo memoria) y nos divirtió con sus historias fantásticas y sus teatrales conciertos.
Nada volvió a ser lo mismo.

Sin duda, Bowie era el más indicado para encabezar esta revolución. Tenía un pasado ligado al teatro y la mímica. No en vano había sido discípulo de Lindsay Kemp. Lo que hizo llegado el momento fue aportar sus experiencias en ese terreno a la escena rockera. Su estilismo y sus espectáculos bebían en gran medida del vodevil y el espectáculo de variedades. Se rodeó de los mejores artistas (lo cual ha sido una constante a lo largo de su carrera). Supo orquestar en pos de la imaginería glam a maquilladores, diseñadores, fotógrafos y músicos de primera fila para crear todo un universo muy especial…

Hacemos una pausa y os pongo algún tema glamero. Veamos, podría pincharos Space Oddity… o In The Hit Of The Morning o tal vez All The Young Dudes… o There Is A Happy Land, When I Live My Dream, The Wild Eyed Boy From Freecloud, Unwashed And Somewhat Slightly Dazed, She Shook Me Cold, The Man Who Sold The World, Changes, The Width Of A Circle, Life On Mars, Oh! You Pretty Things, Five Years, Queen Bitch, Aladdin Sane, Quicksand, Moonage Daydream, Starman, Drive In Saturday, Lady Stardust, Cracked Actor, Ziggy Stardust, The Jean Genie, Han On To Yourself, Lady Grinning Soul, Suffragette city, Holy Holy, Rock’n Roll Suicide, Sweet Thing, Fame, Rebel Rebel, Young Americans, Station To Station, We Are The Dead, Word On A Wing, Rock’n’Roll With Me, Stay, Big Brother, Breaking Glass, Beauty And The Beast, Golden Years, What In The World, Heroes, Always Crashing In The Same car, The Secret Life Of Arabia, Be My Wife, Sound And Vision, It’s No Game, D.J., Ashes To Ashes, African Night Flight, Modern Love, Move On, Fashion, Teenage Wildlife, Blue Jean, Boys Keep Swingin, Let’s Dance, Dancing With The Big Boys, Look Back In Anger, Scream Like A Baby, Beat Of Your Drum, Because You’re Young, Zeroes, Yassassin, Without You, Glass Spider, Riccochet, `87 And Cry, Too Dizzy, Cat People, You’ve Been Around, Black Tie White Noise, Slow Burn, I’m Afraid Of Americans, Afraid, Little Wonder, The Pretty Things Are Going To Hell, Seven, Seven Years In Tibet, Survive, Something In The Air, Looking For Water, Never Get Old… o…



TIEMPO

El tiempo
Espera en las alas
Habla de cosas sin sentido
Su guión eres tú y yo, chico

El tiempo
Es rubio como una puta
Cae masturbándose al suelo
Su cliente eres tú y yo, chico

El tiempo
Con Quaaludes y vino tinto (1)
Pidiendo Muñecas Intensas
Y otros amigos míos
Tómate tu tiempo

El francotirador del cerebro
La alcantarilla regurgitante
Incestuoso y vano
Y muchos otros nombres
Miro mi reloj y son las 9,25
Y pienso “¡Dios mío! Aún estoy vivo”
Ya deberíamos estar conectados
Ya deberíamos estar conectados

No eres una víctima
Sólo gritas de aburrimiento
No eres tiempo desahuciado

Campanadas, maldita sea, estáis viejas
Os helaréis y cogeréis un resfriado
Porque olvidasteis vuestro abrigo
Tomaos vuestro tiempo

Acabar es duro
Pero seguir en la oscuridad es odioso
Yo tuve muchos sueños
Hice muchos progresos
Y tú, amor mío, fuiste amable
Pero el amor te dejó sin sueños
La puerta de los sueños estaba cerrada
Tu parque era verdadero, pero seco
Quizás sonrías ahora
Sonrías en esta oscuridad
Pero lo único que puedo darte
Es culpable por soñar
Ya deberíamos estar conectados
Ya deberíamos estar conectados
Ya deberíamos estar conectados

¡Tiempo!

(1) Quaaludes: Marca de píldoras tranquilizantes. Su mezcla con vino produce un gran pelotazo (NO PROBAR).



Hay varias películas que de un modo u otro hablan sobre lo que todo aquello supuso: El fantasma del paraíso, de Brian de Palma, Rocky Horror Picture Show, de Jim Sharman, Hedwig and the Angry Inch, de John Cameron Mitchell y algunas otras.
A mí, si me permitís, me gustaría recomendaros Velvet Goldmine (el título está sacado de una cara b de Bowie, un tema menor), de Todd Heynes, ese director tan interesante que estrenó el año pasado un personal homenaje a Dylan (I’m Not There) en el que Cate Blanchett (han leído bien) encarna al cantante durante parte de la película.
El derroche de imaginación y de fantasía están a la altura de lo que la película recrea.
La historia está seudo inspirada en las biografías de David Bowie e Iggy Pop durante esos años del glam. La protagonizan Jonathan Rhys Meyers y Ewan Mcgregor (Bowie y Pop respectivamente en dos de sus interpretaciones más espectaculares y curiosas) junto a Toni Collette y Christian Bale, entre otros.
Del vestuario y el maquillaje sólo apuntaré que son sencillamente espectaculares.
Y, por supuesto, la banda sonora es imprescindible. En ella está lo más granado del periodo glam (salvo Bowie, que no quiso saber nada del asunto vayan ustedes a saber por qué) con temas originales de la época y también composiciones nuevas hechas ex profeso.
Se formaron unas superbandas con gente como Mark Arm de Mudhoney; Ron Asheton de The Stooges; Thurston Moore y Steve Shelley de Sonic Youth; Mike Watt de Minutemen y Don Fleming de Gumball; Thom Yorke y Jon Greenwood de Radiohead; Andy McKay de Roxy Music; Bernard Butler de Suede o Paul Kimble de Grant Lee Buffalo, que tocaron como bandas de acompañamiento de los ficticios artistas de la película.



Hablar de la influencia de Bowie en la música y la estética actual y pretérita sería motivo de un artículo larguísimo que no me siento con fuerzas de abordar. Pero, es fácil deducir que bebieron de él, por poner algunos ejemplos, la estética punk (surgida inmediatamente después) y toda la música pop y rock de los setenta, la movida madrileña y el primer cine de Pedro Almodóvar, estilos posteriores como el olvidable glam metal o bandas más recientes como Suede o Placebo.
A veces tropezando con el rastro de Bowie en biografías de gente tan dispar como los Ramones o Nirvana tengo la deformada sensación de que Bowie y su estética glam lo ha salpicado todo y a todos. Una servidora cree ver la sombra de Bowie en todas partes.

sábado, 6 de diciembre de 2008

RON MUECK

Hace unos años tuve la oportunidad de ver una exposición itinerante de Ron Mueck. Acostumbrada como estaba a la contemplación y a la admiración por la escultura clásica de medidas perfectas y cuerpos apolíneos, me sorprendió descubrir un escultor capaz de presentar ante mis ojos la realidad del ser humano, la realidad de sus experiencias vitales. Creo que el gran logro de las esculturas de Ron Mueck está en el hiperrealismo de los sentimientos que transmiten sus figuras.




viernes, 5 de diciembre de 2008

UNA SIBILA CANTA

Hace poco tiempo volvimos a ver a otra gran soprano haciendo el famoso y repetido número circense de romper una copa de cristal con su potencia vocal. ¿Qué le habría hecho la copa? El efecto resulta llamativo y requiere de una gran técnica y capacidad pulmonar, pero eso, desde luego, no es cantar. Las y los cantantes gritones, rompan copas o tímpanos, gozan de un gran aplauso y admiración entre el público. Expresiones como: “tiene una gran voz” o “llega a las notas más agudas” pueden ser muy válidas para un concurso de bocinas de coche, pero tiene que ver muy poco con el arte de cantar y cantar bien. Estilos aparte, las sibilas valoramos, como cantantes que somos, la dificultad que supone hacer música con la voz. Pero ya sea con un piano, una guitarra o cantando el intérprete debe transmitirnos sus emociones y emocionarnos a nosotras, y para eso no es necesario dar alaridos ni alcanzar la nota más alta. Se puede susurrar, gritar (con ganas) o simplemente cantar con gusto.
Tras la invasión de los tres tenores, las tres sopranos, los diez tenores, los tres sacerdotes (todos son auténticos, no es broma) y todos los il divo que aparecen cada año para gritar con voz “lírica” las más conocidas arias de opera o los boleros de ayer y de hoy, puede parecer que la batalla está perdida. Los rompedores de copas siempre estarán ahí, ahora sólo nos queda guardar la cristalería y escuchar a buenos cantantes.

La sibila que aquí canta es Cecilia Bartoli y nos encanta escucharla.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

LA SONRISA DE LA SIBILA

Las Sibilas somos serias. Tratamos con seriedad el arte, en cualquier forma que se presente. Tras siglos de observar a los humanos hemos aprendido a apreciar la grandeza de sus obras y, también en muchos casos, la ausencia absoluta de ella. La música siempre nos ha emocionado y hemos seguido con interés y admiración a los grandes genios que han compuesto las más inolvidables e irrepetibles obras musicales de la historia. De Serguei Rachmaninov se ha escrito mucho y hasta nosotras han llegado sus conciertos para piano, sus preludios… su vida y su obra. Obras de una dificultad endiablada, que para ejecutarlas, había que tener las enormes y prodigiosas manos del gran Serguei Rachmaninov… O quizás no.
Dos músicos o humoristas, o quizás las dos cosas, llamados Igudesman & Joo creen que para tocar el famoso preludio en Do#m de Rachmaninov no es necesario tener las manos grandes. Y en verdad nos han convencido. Igudesman & Joo (imprescindibles sus videos y actuaciones) no tendrán jamás el inmenso talento de Mozart, Bach y Rachmaninov, pero sin duda tienen mucha mas gracia. Y hay que reírse del arte, al menos tanto, como parte de los artistas intentan reírse de nosotros.
¿Estamos cansadas de tanta admiración, de tanta contemplación? ¿Somos más irreverentes? ¿Creemos que el humor y la parodia es el reverso de la moneda del arte?

¿Acaso las sibilas hemos dejado de ser serias? ¿O es que a lo mejor… no somos Sibilas?

lunes, 1 de diciembre de 2008

UNA HISTORIA ÍNTIMA

A veces basta un gesto o un pequeño matiz para construir toda una historia íntima y personal, llena de misticismo, en torno a un personaje o a un suceso. A partir de aquí ya da igual cuanto hay de realidad y cuanto es fruto de nuestra imaginación. Damos rienda suelta a nuestra fantasía y nos olvidamos del resto.
A mí y a mis compañeras esto nos ocurre a menudo. Las sibilas somos seres muy fantasiosos. En mi caso, cuando sucede, el personaje pasa a formar parte de mi galería de referentes, a los cuales acudo, de cuando en cuando, para repasar sus historias (inventadas o no) e incluso engordarlas.
Uno de estos personajes que hoy me viene a la memoria es…



Este mortal austriaco vivió, desgraciadamente, unos cortos 28 años entre finales del XIX y principios del XX. Fue discípulo de Klimt, el cual le influyó de forma evidente (y al cual siempre admiró). Sin embargo, nunca gozó del status y la reputación de este último. Muy a su pesar, gozaba de un decoroso pero tibio segundo plano. Klimt lo ayudó siempre que pudo, pues le parecía que el chaval tenía aptitudes (y actitud). Pero era Klimt el paradigma de la modernidad y la vanguardia en la sociedad vienesa de su tiempo.
A mí los dos me parecen un diez en glamour.
Egon (que quiere decir ego enorme), fue el pintor de cámara (cueva) de las sibilas. Nos retrató en la intimidad en infinidad de ocasiones.
Mientras que Klimt pintaba señoras y señoritas sonrosadas envueltas en mantas doradas de dibujos geométricos, Schiele nos dio un tono cerúleo que nos confería un puntito decadente y taciturno (romántico) que, oigan, a nosotras nos pareció muy rechulón.
A menudo se pintaba (y nos pintaba) en actitud relajada, como distraído con sus cosas. Schiele, poco a poco, fue alejando su estilo del de su maestro hasta distinguirse claramente.
Cierto es que ambos mantuvieron siempre un gran interés por el cuerpo desnudo y la sexualidad humana. Sin embargo, hay un plus de tensión erótica en la pintura de Schiele con respecto a la de Klimt. Hay oscuridad, tormento; hay atrevimiento y verdad. Como dice Kai Artinger, Schiele “posee un instinto sexual torturador”. Las posturas de sus modelos son extravagantes y de gestos extremos, lo cual dota a las imágenes de un dramatismo penetrante que impresiona para siempre.
Y qué decir de esas manos hieráticas siempre en un gesto de crispación enloquecida, como tratando de expresar desesperadamente algún sentimiento profundo.
Todos estos matices nos perturban cuando admiramos su obra. Pero por encima de todo nos hipnotiza una cosa: la línea de sus dibujos. Era cortante, continua y segura. Daba la sensación de que no tenía dudas con respecto a lo que quería plasmar. Y que además lo hacía con autoridad y absoluto control.
No tenía miedo y eso era fascinante.
La pintura de Klimt, dentro de su genialidad, nos parecía más servil. Más ostentosa. Más espectáculo, en definitiva. Siempre percibí en Schiele una menor necesidad de agradar.
Recuerdo que era un tipo extravagante. Mantuvo toda su vida un porte esbelto, un peinado esculpido y una mirada huidiza y lunática.
A las sibilas nos encantaba posar para él. Siempre nos atrajo esa gente que con un gesto nos hace creer que posee una libertad imposible de domar.
Nos sobrecogió su arte y nos sigue sobrecogiendo después de todos estos años. Es de una belleza cautivadora. ¡Lo que hubiera dado yo por ver con su retina!
Ahora, cada vez que pienso en Schiele no puedo evitar sentir algo de pena. Me entristece que a Klimt lo conozca todo el mundo y a Schiele sólo medio. Así es que desde aquí nos gustaría mostrárselo al otro medio de entre los tres cuartos que, como poco, siguen este blog.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

ESTAMOS AQUÍ, ¿ESTÁIS AHÍ?

La ingenuidad es una cualidad que se nos antoja necesaria. Se localiza varios estratos por debajo del raciocinio severo, pragmático y moderno. Si por algo nos siguen fascinando los humanos después de tantos años es porque mantenemos ese candor y esa capacidad de sorpresa (estupefacción a veces) que hace que ustedes nos parezcan algo tan imprevisible y excitante.
La idea de este tablón no es la de aleccionar ni crear opinión sino la de abrir una mirilla a los mortales para que, a cambio de exponernos, seáis vosotros los que nos eduquéis.
¿Quien mejor que vosotros mismos para conocer y entender lo que allá abajo sucede? Con vuestros comentarios no sólo aprendemos y crecemos sino que sentimos que en la mirilla no falta gente.
El día en que veamos la vida con la misma clarividencia que el ser humano habremos dejado de ser sibilas para ser humanas. Y eso será malo. Está bien que nos separe esa puerta con mirilla y que nos pasemos los mensajes por debajo. Eso es y tiene que ser así porque en esto reside la gracia. Mientras haya puertas que no dejen ver con claridad habrá atractivo. Los pasos libres revelan certezas y las certezas son finales de camino, cosas que se van superando y pronto se olvidan. Los finales de camino suponen la amarga e inquietante necesidad de emprender otros. A nosotras nos gusta estar continuamente caminando, sin llegar del todo a algún sitio, sin entender nada completamente.
Nos encanta y emociona recibir vuestros comentarios. Nos encanta que los mortales nos ayudéis a entender como sois… siempre que no os descubráis del todo.


martes, 25 de noviembre de 2008

LAS GRANDES HISTORIAS

Ponerse a escribir “en caliente”, es decir, cuando una tiene sus sentimientos y sus emociones más a flor de piel, suele resultar casi siempre liberador. Aunque nosotras tengamos encima el peso y el paso de los siglos, a veces nos sentimos un poco humanas y durante unos instantes dejamos aflorar todas esas emociones y pasiones que gozan y sufren los mortales. Y hay veces, en las que una película sobre cosas pequeñas, sobre historias cotidianas, con actores amateurs y escaso dinero, nos hace desear dejar ser sibilas y poder vivir la vida de los humanos.
Esa película se llama Once y es una gran historia. Una historia tan grande que ha sido capaz de emocionar a la sibila que aquí escribe. Una historia sobre la vida de un músico callejero y una inmigrante checa en las calles de Dublín. Una historia con una banda sonora imprescindible. Una historia en la que cualquiera que haya escrito alguna vez una canción o haya escrito tres líneas en un papel o haya sentido la emoción de compartir una idea con alguien, se verá reflejado en ella.
Es sólo una película y seguro que las habrá mejores, más grandes, más profundas y con muchísimos más admiradores. Y mañana quizás esta sibila tendrá otras canciones y otras películas en su mente y en su corazón.
Pero en este momento, en este instante, ésta es mi película.

viernes, 21 de noviembre de 2008

ACROSS THE UNIVERSITY

Recuerdo cual era la idea que tenía de la universidad de los mortales cuando era apenas una ninfa ingenua que vivía en una cueva. Recuerdo cuánto deseaba mezclarme con ellos y relacionarme y aprender. Había oído maravillosas historias de grandes mortales del pasado (lejano y no tan lejano). Historias de juventud de cómo aquellos grandes cerebros se habían formado en unos caldos de cultivo exquisitos y habían compartido experiencias ricas y apasionantes de infinitas índoles y procedencias. Y teniendo todas aquellas historias en la mente, confieso que estaba un tanto acongojada y temerosa. Sinceramente, pensaba que no estaría a la altura de las circunstancias. Creía que las clases en la universidad serían algo inalcanzable para mi humilde cerebro y que en los pasillos y cafeterías se mantendrían conversaciones elevadas que yo no alcanzaría a seguir.
Creo que no será necesario que relate mi decepción cuando por fin me di de bruces con la realidad. Y es que la realidad mortal es siempre tan decepcionante que a veces no merece la pena ni salir de la cueva. Pero no quiero irme del tema… A ver, por dónde iba… Ah, sí, ya. Decía que había sido muy decepcionante descubrir la universidad que me había tocado vivir.
Lo cierto es que muy pocas de nosotras estábamos realmente interesadas en aprender una profesión y en prepararnos para desempeñarla con diligencia. No había nada en las clases que nos recordara que detrás de todo aquello estaba el objetivo de ser unos buenos (buenas) profesionales. Los mortales eran jóvenes y bellos entonces y lo demás, sencillamente, no importaba. Más bien se trataba de superar un montón de obstáculos, a menudo ridículos y absurdos, para obtener el abstracto premio de un aprobado (o de un sobresaliente, lo mismo daba) en tal o cual materia.
Tampoco fuera de allí quedaba mucho más. Ya no había lugares mágicos donde escuchar a gente tocar el piano y captar conversaciones de altura aquí y allá. Y si los había no estaban al alcance de los bolsillos de los mortales y ninguno (ninguna) íbamos.
Así es que invertíamos el tiempo y nuestra incontenible energía en anestesiarnos en los pubs, bares y tascas y aparearnos sin ton ni son, por aquí y por allá, guiados por la curiosidad y la apatía. Total, si la mayoría había llegado a la universidad con la idea de obtener un título que, según decían algunos, necesitabas para trabajar en algo decoroso y ganar más dinero que el que no lo hacía. Ya ven, dinero, dinero y dinero, siempre dinero.
Éste era el estado de cosas que había del lado del estudiante.
Pero es que en el lado de las instituciones y de los engranajes que las conformaban de arriba abajo hasta llegar al profesorado la cosa estaba igual o peor. De hecho, no dudo de que una parte de nuestra empanada mental y nuestra apatía se debiera precisamente a este otro estado de cosas.
Lo cierto es que a día de hoy, después de haber probado en varias carreras y universidades y de haber escuchado las experiencias de tantos y tantos mortales, todavía no tengo noticias de un plan de estudios que se ajuste a la realidad del mundo laboral. Y las asignaturas están impartidas sin fe, como si el que las imparte no tuviera otra cosa mejor que hacer que estar allí hablando de aquello.
Nadie creyó nunca demasiado en la utilidad de la mayoría de esos contenidos, pero sospecho que la realidad sigue siendo que unos ganan su buen dinero impartiéndolos y otros andan locos tachando créditos y escuchando para otro lado. Y desde más arriba parecen tan contentos. Debe ser porque el sistema anda por inercia y aunque, de cuando en cuando hace ruido, éste es soportable.
A veces, corriendo por el largo pasillo de un aulario, uno de esos días que llego tarde a clase, pienso: Pero, ¿estaré otra vez equivocada? ¿Es que nadie repara en ello? ¿O acaso a nadie le importa?
Efectivamente, las sibilas pensamos que los planes de estudios no se hacen en base a unas necesidades laborales reales. No los elabora gente competente, gente enterá. No se va al grano. No se piensa en formar profesionales de verdad que puedan satisfacer las necesidades de las empresas y los mercados, sino que se entretiene con unos contenidos llamémosles “x”, sin más.
Por otra parte el profesorado tampoco está preparado. Muchos no conocen la asignatura que imparten en profundidad, de un modo profesional y aplicado (tampoco les importa). Y si tienen esa formación, si son profesionales de verdad tienen un programa por dar que no está a la altura y que ellos no están dispuestos a cambiar. Da la sensación de que se prepararon esas clases el primer año que las impartieron y que hoy ya es coser, cantar y cobrar.
¿Dónde están esos profesionales que dan clases magistrales todos los días, esos que despiertan vocaciones y en un curso te cambian la vida? ¿En qué facultad están dando clases? Que me lo digan porque eso será lo que quiera ser de mayor. Pero, si yo sólo quería aprender algo útil y divertirme con ello.
En fin, otro día podríamos hablar del tema de las infraestructuras en las universidades, de los medios de que disponen en ocasiones los alumnos para formarse. En ocasiones veo en los laboratorios el mismo material que usé yo cuando asistí a clase en el siglo XIX.
Al final, cuando un mortal acaba sus estudios y le dan el dichoso título sale a buscar trabajo. Después de mucho buscar, a veces, encuentra un trabajo de lo suyo (fea expresión popular) y el primer día de curro confirma todas sus sospechas de un bofetón mientras desde la cueva nosotras miramos encogidas: Es allí y en ese preciso instante donde empieza su formación. El resto ha sido una pérdida de tiempo, esfuerzos y dinero de todos los involucrados.
Las sibilas no tenemos la necesidad de trabajar ni de ganar dinero pero sí una gran curiosidad y un ansia por aprender y como en nuestro cutis no se refleja el paso del tiempo, volvemos a las aulas una y otra vez, pero en cada ocasión con más desánimo y desesperanza. La universidad esa de los mortales, solemos comentar entre nosotras, no forma, como mucho entretiene. Ahora, eso sí, como todo lo demás allí abajo, cuesta una pasta.
Con el tiempo ha ido tomando fuerza en mí la certeza de que la formación ha de venir de múltiples procedencias, no necesariamente regladas ni oficiales. En lo que a las sibilas respecta, supongo que por ese desprecio que tenemos al paso del tiempo, la formación la adquirimos de forma empírica, ya saben, a base de experimentación y de errar una y otra vez. Nos gusta la escuela del día a día. A las sibilas, de los títulos, sólo nos impresiona que vengan avalados por una formación y eso, hoy por hoy, ahí abajo, parece una utopía.

martes, 18 de noviembre de 2008

YA NO NOS PONEN (TANTO) LAS OBRAS

A las sibilas también nos gusta la arquitectura pero esa que se hace con sentido y sensibilidad. Sentido para hacer que las cosas funcionen y sensibilidad para entender que son personas las que van a disfrutar de lo que otros idean. No podemos dejar de contemplar cómo invaden nuestras ciudades los hijos concebidos bajo el yugo del poder, la incapacidad, el dinero y las prisas.
Observamos, desde nuestra humilde perspectiva de sibilas inquietas, la falta de entusiasmo, de motivación y de amor por la belleza que queda plasmada en muchos de los edificios con los que nos topamos diariamente.
Del mismo modo, cuando por azar nos encontramos con un edificio que nos conmueve, nos gusta pensar que siempre hay quien prefiere la belleza a la fealdad, la creatividad a la insustancialidad, la luz a la oscuridad.

GEORGES DELERUE

Georges Delerue fue un compositor especializado en música para bandas sonoras, tanto de cine como de televisión. Su fama se debe fundamentalmente a su participación en las películas de François Truffaut: Jules et Jim, Les deux anglaises et le continent, La nuit americaine, Le dernier métro. También realizó destacados trabajos en el cine americano: Agnes de Dios, Salvador, Platoon, Magnolias de acero. Recibiendo un oscar en 1979 por la banda sonora de la película A little romance.
La música de Georges Delerue tiene un marcado espíritu clásico. Nos recuerda a los grandes compositores del siglo XIX y también está íntimamente ligada a los músicos del cine de los años 40 y 50. Si hay un calificativo que puede representar la música de Georges Delerue es elegante. Sus partituras están llenas de lirismo, sin caer en los efectismos ni en la melodía fácil y repetitiva (algo muy común en algunos de los grandes de la música de cine de la actualidad). La música de Georges Delerue casi siempre destaca muy por encima de las propias películas en las que participó, algunas de ellas de escasa calidad cinematográfica.
Destacamos las imprescindibles: Concerto de l’adieu, Black robe, El último metro, Magnolias de acero, Las dos inglesas y el amor y… prácticamente toda su obra.
En estos momentos en que todas las bandas sonoras de películas de acción parecen Piratas del Caribe y todas las románticas tienen un piano tocando notas muy suaves con los violines detrás, las sibilas queremos acordarnos de un músico con letras mayúsculas. Un músico que, escuchando su obra, sentimos que respetaba y amaba su trabajo.
A las sibilas también nos gustan las joyas, no las caras ni las ostentosas, sino las elegantes y refinadas como este tema de Camille, de la película Le Mépris de Jean-Luc Godard.
Ante una música tan bella que cada uno ponga sus propias imágenes.

sábado, 15 de noviembre de 2008

LA VERSIÓN DE UNO MISMO

Tears in heaven” por…Ainhoa Arteta. La famosa soprano acaba de editar un nuevo disco de versiones de temas populares del rock, pop y cantautores. El resultado es el esperado. A una siempre le viene a la cabeza el dicho popular “zapatero a tus zapatos”. Los cantantes líricos siempre han tenido la “perversión” de acercarse a otros estilos musicales alejados del mundo de la ópera y, como el que tropieza dos veces con la misma piedra, una y otra vez han ido dejando por el camino perlitas como: los intentos bolerísticos de Plácido Domingo, el hijo de la luna de Montserrat Caballé y el apoteósico two become one de Pavarotti con las Spice girls, que, de ser un monumento frikie, con los años puede llegar incluso a convertirse en cool.
El mundo de la música, los músicos y las versiones de temas musicales siempre han estado unidos. Cualquier músico que comienza su andadura lo hace siempre interpretando y versionando temas ajenos. Esto suele quedar siempre en el anonimato de su propia casa o de la sala de ensayos. Pero muchas otras veces los artistas quieren dejar su sello, su propia versión de esa canción que tanto les ha marcado y en la que intentan volcar un poco de su propia personalidad. Versionar temas no entra en la categoría de buenas o malas ideas. Es una mala idea cuando esta versión se produce por imposición de la productora, por una búsqueda del favor del público o, simplemente, por haber sido una ocurrencia desafortunada. Sin embargo, en otras ocasiones, no tantas como quisiéramos, encontramos unos intérpretes que nos hacen descubrir otra vez una canción que ya creíamos completamente explorada y terminada. Eva Cassidy, espectacular cantante americana, jamás grabó una canción propia y sus conciertos se resumían en una versión tras otras de conocidos temas del pop y estándares de jazz. Sin embargo, uno jamás tenía la sensación de escuchar canciones de otro. Todos eran temas de Eva Cassidy.
Ainhoa Arteta, que también versiona Love me Tender y Michelle en el disco, no se equivoca al versionar canciones de otros, como cantante de opera lleva toda su vida "versionando" la música de Verdi, Puccini, se equivoca al querer cantar un tema de Eric Clapton como uno de Rossini.
Pero para gustos… colores. Siempre habrá quien prefiera a Rosa López cantando Something que a los propios Beatles. Nosotras, en nuestra humilde opinión preferimos escuchar a un grupo de amigos haciendo un tema de los Rolling con ilusión y buen humor, que a un cantante de cartón destrozando algo que ni siquiera conocía ayer y que, escuchando la interpretación, parece que sigue sin gustarle. Mientras tanto seguirán naciendo nuevos músicos y al colgarse su primera guitarra lo primero que intentarán tocar será el rift de smoke on the water o de jumping Jack flash. Y ahí no existirán ni copias ni versiones sólo gente haciendo música y eso a las sibilas ya nos parece más que suficiente.

jueves, 13 de noviembre de 2008

YA NO NOS PONE (TANTO) IR A LOS CONCIERTOS

Hace unos meses el pianista de jazz Yosuke Yamashita tuvo la ocurrente idea de llevarse un piano a la playa, ponerse un traje ignífugo, prenderle fuego al piano y finalmente dar un concierto mientras el piano soltaba unas llamas de impresión. La idea es una gilipollez, sin más. Pero, si me apuras, exceptuando lo de destrozar un piano de cola, que es un auténtico disparate, hasta puede tener su gracia. Desde luego este pianista japonés no ha descubierto el fuego (nunca mejor dicho). Estupideces como ésta se han realizado a cientos. Pianistas que introducían cadenas y demás objetos dentro de la caja del piano y luego se dedicaban a aporrear las teclas, tocar con un arco las cuerdas del piano, etc., etc.
Hace apenas unos días en Hawai un cirujano introdujo un piano en un quirófano e interpretó unas piececillas mientras sedaban al paciente. Luego el buen hombre se levantó de la banqueta y se dispuso a operar creando una especie de performance a medio camino entre la medicina y la música clásica (aunque según el médico se trataba de un experimento serio y con mucho fundamento).
Hasta aquí todas estas excentricidades resultan inofensivas, algo bizarras e innecesarias, pero curiosas cuanto menos. Pero, ¿y si estas extravagancias pasan a ser consideradas un arte con mayúsculas? Una de las grandes vacas sagradas de la música contemporánea, prácticamente intocable para la crítica musical, Karlheinz Stockhausen, compuso una de sus últimas obras (y de las más celebradas) con el título de “Cuarteto para cuerdas y helicóptero”. El título no es ninguna metáfora, realmente la obra está escrita para ser tocada por un cuarteto de cuerda mientras cada uno de los músicos está volando en un helicóptero. Más sorprendente que la obra en sí (una absurdez sin gracia alguna), es el unánime aplauso de una parte de la crítica “culta”, que consideran ésta como una de las mejores obras del autor.
Como muestra un botón: En una entrevista realizada por una periodista que le preguntaba “¿Qué es la música?”, el maestro Stockhausen le respondió de la siguiente manera: “el sonido emitido por un ama de casa mientras cocina no es música, pero si yo la grabo, eso ya es música”.
Las sibilas no cocinamos, ni tan siquiera necesitamos alimentarnos, pero sin ninguna duda cuando nos rascamos las narices, no estamos haciendo música (aunque lo hubiera grabado Stockhausen).
Para contrastar entre tanto aplauso una voz discordante es la atribuida al director de orquesta Sir Thomas Beecham. A la pregunta: “¿Ha oído algo de Stockhausen?”, respondió diciendo: “No, pero creo que alguna vez lo he pisado”.
Las Sibilas mostramos un pequeño fragmento de esta “gran obra”. Cada cual juzgue como le plazca…
Sólo una cosa más. Entre la grandísima cantidad de comentarios de alabanza que acompañaban al video, destacamos uno que discrepaba con el resto:
“Los Ramones molan más”. Cuanta razón tienes.

martes, 11 de noviembre de 2008

YA NO NOS PONEN (TANTO) LOS MUSEOS

Pretenden que traguemos con que todo lo que hizo Picasso (léase el nombre de cualquier otra vaca sagrada del mundo del arte) merece ser expuesto. Pero ellos y nosotras sabemos que esto no es así. Sólo que nosotras pagamos unos pocos euros (eso si queremos, porque las sibilas no pagamos entrada) por una pequeña decepción y los señores del arte pagan cientos de millones, los gilipollas de ellos, por decepcionar según los cánones, es decir, cumpliendo con la ortodoxia del mercado del arte cuyas bases están escritas en capitalis quadrata sobre lingotes de oro.
¿Por qué llega tal o cual obra hasta un museo y no otras a la vista mucho más interesantes? Intuyo que los destinos de los (llamémosles) artistas son como los de las webs: pagas pasta (o mejor, lo hace alguien por ti) para ir escalando puestos en los buscadores hasta que te alzas al olimpo de los conocidos (que no reconocidos) y de ahí ya no hay quien te apee. A partir de ahí estarás en todas las búsquedas (fiestas, salas) y nadie sabrá porqué. Tal vez hiciste una vez una obra que mereció la pena pero eso ya no importa. Lo que haces ahora se vende bien y por tanto hay que manufacturar mucho, pero que mucho más rápido. ¿Qué cosa? ¡Lo que sea!
Galerías, museos y fundaciones, fondos públicos y privados entran al trapo y tú allí, delante de aquellas cosas sin entender nada. Sintiéndote como en aquella fábula del traje nuevo del emperador: hay que decir que son guays aunque te hayan aburrido (horrorizado, deprimido) un montón, no vaya a ser que sospechen de ti. Porque siempre habrá unos cuantos charlatanes, adalides de la modernidad, a los que aquello les parezca admirable.
Peor es aún cuando convences a algún inocente para que te acompañe a un museo argumentando que acercarse a ver una exposición es una opción provechosa y excitante. Cuando ambas estamos delante de aquellas cosas reniego de una de mis pasiones y me pregunto si yo misma creo en ello. Entonces me arrepiento de haber ido acompañada, de no ser una cara de idiota sola. Y sin saber por qué busco algo que decir; una justificación para aquello y aquellos. Una opción sería disertar sobre lo que allí delante tenemos componiendo espirales de frases que se enmarañen en bosques de párrafos sin sentido que doten de la presunción de inocencia a algo que es culpable de nadería y zafiedad por muy pedante que yo me ponga. Algo que se ha saltado todos los controles del buen gusto y la razón para llegar a donde está. Y QUE ENCIMA HABRÁ COSTADO UNA PASTA. Finalmente miro a mi acompañante y me encojo de hombros: Vamos a tomar una caña.
Creo que era Warhol el que decía que a la gente lo que en realidad le gustaría tener colgado en la pared es el dinero (¿somos así de gilipollas?) y él y muchos otros listos, entonces y después, vaya si nos la han dado.
No creo en nada, hablando en conciencia, que valga miles de millones de lo que sea salvo la propia vida. Y mucho menos unos gramos de pigmento sobre un soporte o un trozo de material dado forma o cualquier otra manifestación (llamémosle) artística. No merece la pena que perdamos ahora el tiempo en analizar cuando perdimos el norte y mucho menos en alimentar la esperanza de poder volver a recuperarlo.
De un tiempo a esta parte cuantas más ganas le pongo a cada nueva visita a un museo más decepcionada acabo. A veces, contemplando una obra, vuelvo la vista hacia mí y me recrimino no entender nada. La culpa la tengo yo por tener un cerebro humilde y no entender nada, me digo. Entonces miro a mi alrededor. Estoy sola. Tengo cara de idiota. Y por los dioses que será la última vez. Busco desesperadamente algo que decirme, algo que me haga cambiar de opinión. Tras unos segundos, como siempre, me digo: Necia, déjate educar por los señores del arte y entre tanto, si quieres disfrutar, ve a los museos de viejo.


IO, DON GIOVANNI

El director de cine Carlos Saura ha anunciado que su próxima película, Io Don Giovanni, estará basada en la vida de Lorenzo da Ponte, autor del libreto de las mejores óperas de Mozart, entre ellas la que dará titulo a la película. Este escritor de vida turbulenta y apasionante, fue sacerdote, famoso mujeriego y personaje celebre en los palacios y las cortes europeas del siglo XVIII. Da Ponte nos retrató un Don Juan reflejo de sí mismo: embaucador, pendenciero y cruel. Así como atractivo, apasionado y lleno de vida. Un personaje que, según el propio Da Ponte, no era imaginable que envejeciera. Su terrible Don Giovanni debía morir en su último acto, sin arrepentimientos, sin posibilidad de redención, pero sin envejecer. Curiosa paradoja para la vida de su autor, que al contrario de su protagonista, llegó a los 90 años y pasó los últimos años de su vida en la ciudad de Nueva York al cuidado de una librería y recordando la música de su buen amigo Mozart.
No sabemos como será la versión cinematográfica de una vida tan intensa como la de Lorenzo Da Ponte, sólo esperamos encontrarnos al mejor Saura y no al de Buñuel y la mesa del rey Salomón o Goya en Burdeos.

viernes, 7 de noviembre de 2008

TAMARA DE LEMPICKA

Tamara de Lempicka nos dejó un puñadito de cuadros que a las sibilas no nos dejan indiferentes. Desarrolló un estilo muy personal, en el que los personajes que retrataba, de proporciones exuberantes, caras angulosas y miradas hipnóticas transmiten una sensualidad y un magnetismo únicos. Es un deleite contemplar su obra. Pasen y vean.


DESEANDO AMAR

La sencillez es una virtud que las sibilas admiramos profundamente. La sencillez y la sensibilidad unidas forman una pareja que nos resulta irresistible. Shigeru Umebayashi era un compositor japonés prácticamente desconocido en occidente hasta que su música apareció en las películas del director honkonés Wong Kar-Wai. Hoy su música nos emociona pero, casi con total seguridad, nos será imposible recordar su nombre mañana. Otros nombres como Nobuo Uematsu y Ryūichi Sakamoto también correrán la misma suerte, a pesar de tener una larga trayectoria en el mundo de las bandas sonoras tanto de cine como de video-juegos.
Sus nombres nos resultan complicados pero su música no. Su música es sencilla, elegante y llena de emociones.
Empecemos con dos de estos nombres, Shigeru Umebayashi y Wong Kar-Wai. Seguro que luego vendrán más.

miércoles, 29 de octubre de 2008

GRANDE BERTOLUCCI... ENORME MORRICONE

La primera impresión que me produjo Novecento fue de agotamiento: 300 minutos de cine, aunque sea una película repleta de momentos maravillosos, le deja a una agotada. Tras reflexionar sobre la película y recordar algunas de las muchas escenas y momentos estupendos, me ocurrió algo cuanto menos curioso. La escena que tenía grabada como si la hubiera visto en ese instante era la primera de la película, la de los títulos de crédito iniciales. La que había aparecido en pantalla hacía ya 300 minutos. Un plano fijo sobre los personajes de un cuadro (El cuarto estado de Giuseppe Pellizza da Volpedo) y la cámara que se aleja hasta mostrarnos la pintura completa mientras suena la música de Ennio Morricone. Han pasado los años y, aun habiendo visto la película varias veces más, hoy soy incapaz de recordar más de un par de escenas de Novecento, pero en cambio la música de Morricone aparece a menudo en mi memoria. Como me ha sucedido hoy.

martes, 28 de octubre de 2008

DÍA PERFECTO

Es un día perfecto.
Beber sangría en el parque y,
más tarde, cuando se hace oscuro, irnos a casa.
Es un día perfecto.
Dar de comer a los animales del zoo,
luego ver una película, y luego a casa.
Oh, es un día perfecto.
Me alegro de haberlo pasado contigo.
Oh, que día tan perfecto.
Estoy colgado por tí. Estoy colgado por tí.
Es un día perfecto, nadie hace caso de los problemas.
Pasar el fin de semana solos es tan divertido...
Es un día perfecto, me has hecho olvidarme de mí mismo.
Creí que era otra persona, una buena persona.
Uno recoge lo que ha sembrado.

lunes, 27 de octubre de 2008

LISBOA

Jonh Malcovich o mejor, Port, distinguía en El cielo protector entre turista y viajero. Decía que la diferencia estaba en que uno de los dos (véanla) no sabía, cuando salía de viaje, cuál sería la fecha de regreso.
Las sibilas no pagamos billetes de avión; ni tasas. No pagamos hoteles ni entradas a los museos. Por supuesto, el tiempo no nos dice nada. Para nosotras es una unidad insignificante, casi despreciable. Tampoco tenemos un jefe que nos espere ni unas facturas que pagar. En fin, que somos libres. Sobre todo porque nos gusta pensarlo así.
Es por ello que cuando viajamos lo hacemos hasta el final. Nos mezclamos entre la gente, nos perdemos por las calles, nos ensimismamos con la cal que se desconcha de las paredes y cuando el lugar de destino ya es tan familiar como nuestro hogar, regresamos al original y compartimos la experiencia.


sábado, 25 de octubre de 2008

LA SILLA DE GLENN GOULD

Entre millones de sillas eligió ésta. Glenn Gould, uno de los pianistas más geniales de la historia, interpretó todos sus conciertos y realizó sus grabaciones sentado en este inclasificable asiento. Posiblemente nadie volverá a tocar las variaciones Goldberg de Bach como él lo hizo, pero con toda seguridad ningún pianista volverá a utilizar una silla de tales características porque no resultaría más que un pobre imitador de Glenn Gould. Imitar a un genio sólo en sus excentricidades hace más grande al genio y más pobre al imitador. Gould, personaje excéntrico hasta lo impensable, dedicó toda su vida al piano y en particular a su adorado Juan Sebastián Bach. Sus problemas mentales, miedos e innumerables fobias convivieron con su música formando una personalidad difícil y contradictoria, pero también un músico inolvidable.
Las sibilas seguiremos escuchando otros magníficos intérpretes de Bach, pero siempre nos quedará una silla vacía.

martes, 21 de octubre de 2008

ENSERES DE BAÑO PARA HOTELES DE LUJO

Había que diseñar la marca y los envases para un conjunto de aseo de tres piezas (gel, champú y crema hidratante) destinado a hoteles de lujo. Todas dijimos: Puaaag.
El nombre de la marca sería Cristal: Puaaaaaaag.
En fin, nos pusimos manos a la obra.
La propuesta de M. era limpia y un tanto obvia, pero, como L. señaló, carente del lujo que en las premisas se nos exigía.
L. tenía razón. Era la que tenía las cosas más claras. Mientras que las demás estábamos aún desperezándonos del letargo estival, L. ya estaba completamente enchufada a la actividad creativa.
Finalmente escogimos la senda que L. había marcado tanto para el diseño del logo como para el de los envases.
En este momento estamos puliendo un poco entre todas sus diseños. La cosa podría ir por aquí…

domingo, 19 de octubre de 2008

EL PRIMER DÍA

De todos es sabido que cuando una sibila canta es porque está inmersa en su faceta más abnegada: la creativa. Nuestra faceta profética apenas nos ocupa. Es nuestra fértil actividad creadora la que llena nuestra existencia. La que amamos y disfrutamos; la que compartimos.
Tal vez no tenga mérito que alguna de nosotras haga cosas bellas de cuando en cuando, pues invertimos la mayoría de nuestro tiempo en el intento. Tampoco éste es el fin prioritario.
Cuanto más bello es el canto de una de nosotras, más entrega está poniendo en su dedicación. Si su trabajo va por buen camino su canto se embellece aún más y entonces todas las demás la arropamos y acompañamos con los nuestros y aprendemos mucho de ella. No somos ejemplo de nada ni lo pretendemos, sólo queremos compartir la trastienda de nuestra actividad más querida.
Siempre nos ha fascinado el camino hacia la creación de algo. Sus meandros, sus paradas, sus cambios de sentido. Este camino en muchas ocasiones nos interesa más que la propia obra terminada. Así es que a diario nos proponemos pequeños problemas y luego tratamos de resolverlos haciendo una puesta en común de las preguntas y respuestas que nos surgen entre tanto. Si a nosotras nos ayuda, tal vez pueda ayudar a otra gente.

Del mismo modo las propuestas, ayudas o comentarios de terceros son siembre recibidos con gran emoción.


La sibila Von Otter