miércoles, 1 de abril de 2009

QUIMERAS

















Sucede en las calles. Concretamente en las de la ciudad francesa de Le Mans. Se trata de una propuesta chic para crear un ambiente curioso y atraer gente. Ocurre durante las noches de verano y se conoce como La noche de las quimeras (La Nuit des chimères). Se proyectan imágenes de vivos colores sobre fachadas de diferentes edificios, sobre vallas o sobre cortinas de agua.
Cuando vi esto pensé si podría aplicarse a una ciudad pequeña, feucha y olvidada para que ésta tuviera una oportunidad. Siempre sería más fácil que arrasarla por completo y empezar de nuevo que, en realidad, sería la única solución buena de verdad.
Las que pasamos tiempo en una ciudad de provincias, donde rara vez ocurre algo, nos emocionamos imaginando cómo sería una noche de las quimeras en un lugar vulgar y detenido. Si sería posible embellecer la ciudad maquillándola. Esa pobre ciudad ajada por la majadería o la especulación a lo largo de los años. Una ciudad cuyos edificios y calles sugieren no importarles a nadie. Cómo sería que esta ciudad cobrara vida al menos por una noche y recibiera visitas procedentes de montones de lugares. Salir y perdernos en sus calles de paredes vivas, ondulantes. Hacer unas fotos; beber algo; conocer a alguien. Vivir una experiencia valiosa. Escuchar música mezclad@s con la gente en bulliciosas plazas o perdernos en calles más oscuras y solitarias.
En las ciudades feas y a la deriva también podrían suceder cosas así…
Y perdonad si comparo la maravillosa ciudad medieval de Le Mans con un pedo cansino de ladrillo y mortero, pero algo tiene que poder hacerse. Algo debería hacerse, porque me horroriza pensar que los vecinos de ciudades así, vivirán y morirán rodeados de tristeza su corta vida; y que algunos, incluso, ni se darán cuenta de ello.
Los sentidos y el corazón dan de sí mucho más. Basta con una pequeña ilusión. Por los que son conscientes de lo que les rodea, sería bueno que desaparecieran los convidados de piedra y, ya puestos y si fuera posible, que la crisis se llevara a todo aquel que antaño no pensó más que en el dinero y en sí mismo y nos rodeó de mierda.
Tal vez, si todo esto sucediera, podríamos entonces apagar las luces y encender los proyectores. Y dormiríamos, bien entrada la mañana, con una gran sonrisa en la boca.