lunes, 27 de octubre de 2008

LISBOA

Jonh Malcovich o mejor, Port, distinguía en El cielo protector entre turista y viajero. Decía que la diferencia estaba en que uno de los dos (véanla) no sabía, cuando salía de viaje, cuál sería la fecha de regreso.
Las sibilas no pagamos billetes de avión; ni tasas. No pagamos hoteles ni entradas a los museos. Por supuesto, el tiempo no nos dice nada. Para nosotras es una unidad insignificante, casi despreciable. Tampoco tenemos un jefe que nos espere ni unas facturas que pagar. En fin, que somos libres. Sobre todo porque nos gusta pensarlo así.
Es por ello que cuando viajamos lo hacemos hasta el final. Nos mezclamos entre la gente, nos perdemos por las calles, nos ensimismamos con la cal que se desconcha de las paredes y cuando el lugar de destino ya es tan familiar como nuestro hogar, regresamos al original y compartimos la experiencia.


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