jueves, 13 de noviembre de 2008

YA NO NOS PONE (TANTO) IR A LOS CONCIERTOS

Hace unos meses el pianista de jazz Yosuke Yamashita tuvo la ocurrente idea de llevarse un piano a la playa, ponerse un traje ignífugo, prenderle fuego al piano y finalmente dar un concierto mientras el piano soltaba unas llamas de impresión. La idea es una gilipollez, sin más. Pero, si me apuras, exceptuando lo de destrozar un piano de cola, que es un auténtico disparate, hasta puede tener su gracia. Desde luego este pianista japonés no ha descubierto el fuego (nunca mejor dicho). Estupideces como ésta se han realizado a cientos. Pianistas que introducían cadenas y demás objetos dentro de la caja del piano y luego se dedicaban a aporrear las teclas, tocar con un arco las cuerdas del piano, etc., etc.
Hace apenas unos días en Hawai un cirujano introdujo un piano en un quirófano e interpretó unas piececillas mientras sedaban al paciente. Luego el buen hombre se levantó de la banqueta y se dispuso a operar creando una especie de performance a medio camino entre la medicina y la música clásica (aunque según el médico se trataba de un experimento serio y con mucho fundamento).
Hasta aquí todas estas excentricidades resultan inofensivas, algo bizarras e innecesarias, pero curiosas cuanto menos. Pero, ¿y si estas extravagancias pasan a ser consideradas un arte con mayúsculas? Una de las grandes vacas sagradas de la música contemporánea, prácticamente intocable para la crítica musical, Karlheinz Stockhausen, compuso una de sus últimas obras (y de las más celebradas) con el título de “Cuarteto para cuerdas y helicóptero”. El título no es ninguna metáfora, realmente la obra está escrita para ser tocada por un cuarteto de cuerda mientras cada uno de los músicos está volando en un helicóptero. Más sorprendente que la obra en sí (una absurdez sin gracia alguna), es el unánime aplauso de una parte de la crítica “culta”, que consideran ésta como una de las mejores obras del autor.
Como muestra un botón: En una entrevista realizada por una periodista que le preguntaba “¿Qué es la música?”, el maestro Stockhausen le respondió de la siguiente manera: “el sonido emitido por un ama de casa mientras cocina no es música, pero si yo la grabo, eso ya es música”.
Las sibilas no cocinamos, ni tan siquiera necesitamos alimentarnos, pero sin ninguna duda cuando nos rascamos las narices, no estamos haciendo música (aunque lo hubiera grabado Stockhausen).
Para contrastar entre tanto aplauso una voz discordante es la atribuida al director de orquesta Sir Thomas Beecham. A la pregunta: “¿Ha oído algo de Stockhausen?”, respondió diciendo: “No, pero creo que alguna vez lo he pisado”.
Las Sibilas mostramos un pequeño fragmento de esta “gran obra”. Cada cual juzgue como le plazca…
Sólo una cosa más. Entre la grandísima cantidad de comentarios de alabanza que acompañaban al video, destacamos uno que discrepaba con el resto:
“Los Ramones molan más”. Cuanta razón tienes.

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