viernes, 23 de enero de 2009

EL ARTE DE EQUIVOCARSE

Los mortales buscan la perfección. Éste es un hecho que resulta digno de admiración, aspirar a realizar un trabajo o una actividad cualquiera buscando ser lo más perfecto posible es un deseo más que meritorio. Todos buscamos ser mejores en lo que hacemos y, no sólo por un reconocimiento externo que, la verdad sea dicha, siempre nos motiva, sino también por una aspiración personal muy ligada a lo esencial del ser humano: demostrarnos que sabemos hacerlo. El problema comienza cuando esa búsqueda de la perfección queda sólo en un intento y no se logra de forma real. Muchos humanos no valoran los intentos y las equivocaciones que esa búsqueda conlleva. Debemos hacerlo bien, sabemos hacerlo bien, podemos hacerlo bien… resultado probable: lo vamos a hacer bien. Resultado real: casi nunca lo hacemos bien. Y esa sensación de equivocación, propia de los seres humanos, parte en gran medida de su noción de la perfección y de las aspiraciones puestas en ello. Nosotras, las sibilas, llevamos siglos viendo a los humanos equivocarse y lamentarse por esa causa. Decisiones erróneas, trabajos mal realizados, artistas que no logran el resultado que pretendían con su obra, todos estos hechos suelen suponer para los humanos una profunda sensación de fracaso y desánimo. Sin embargo, nosotras, que os miramos desde lejos, vemos con una perspectiva panorámica como muchas de esas equivocaciones han ido haciendo especial ese mundo que habitan los mortales. El músico que se equivoca en su gran actuación, el futbolista que falla el penalti definitivo, la pareja que se equivoca al elegir un electrodoméstico, la película que nos equivocamos al elegir cuando vamos al cine… Todas esas equivocaciones son las que nos enseñan a disfrutar el que, afortunadamente, muchas veces acertamos y, aunque no alcancemos la perfección, estamos en ello. Pero hasta en las equivocaciones hay maestros. Personas que cuando ha llegado ese momento tan esperado por ellos en que tenían que demostrar su valía, cuando todo su trabajo se había centrado en ese instante… se equivocan. Y además se equivocan a lo grande. El mural que se fastidia con la última pincelada, la palabra que arruina todo un discurso, la nota que destroza una interpretación musical de varias horas… quizás para muchos sea un fracaso, pero no para nosotras. Hay que ser muy artista para equivocarse con arte.

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