jueves, 3 de septiembre de 2009

CERTEZAS Y SOSPECHAS EN 9.58 SEGUNDOS

A mí me enseñaron en el colegio que un segundo es apenas nada, un “zas” y ya está. Y que el tiempo por debajo de eso no merece la pena ni planteárselo, que virtualmente existe pero que a efectos prácticos no consta. Y en esas he vivido durante mucho tiempo.

Sin embargo, el otro día, cuando Usain Bolt batió de nuevo sendos récords del mundo, en cien y doscientos metros lisos, me acordé de lo aprendido en el colegio. Cuando vi aquello en la televisión tuve la necesidad de traducirlo a mi mundo, al conocido de todos, al aprendido en el colegio. Pensé, “pero si mi zancada en carrera no será mayor de metro y medio”. Poniendo por caso que la de Usain Bolt fuera, no sé, de tres metros (¡qué barbaridad!), si esto fuera posible, querría decir que este señor recorre diez metros en tres zancadas más o menos. La media da como resultado pues, que esos parciales diez metros los cubre en algo menos de un segundo.

Todo este razonamiento no era sino para certificarme a mí mismo que Bolt era (es) capaz de colar tres zancadas en cada segundo de la carrera, lo cual es algo para lo que mis profesores del colegio, lógicamente, no hubieran tenido explicación.

En fin, que siendo así, y siempre según la tele, lo que realmente me asombra de este tipo no es que pulverice récords del mundo, sino que haga cosas en un espacio de tiempo que los demás ni siquiera consideramos.

Siempre me ha fascinado como los atletas entrenan duro con la única meta de superar las marcas ya establecidas, y parece que lo consiguen, pero de forma casi imperceptible. Apenas un centímetro en un salto de altura o unas centésimas en una carrera ponen todo el planeta patas arriba. Sin embargo, la importancia de estas hazañas tienen una fecha de caducidad variable. Duran el tiempo que otro fulano tarda en rebajar un poquitirriquitín esa marca. A partir de entonces el esfuerzo extremo de tal vez toda una vida, queda relegado a un difuso recuerdo colectivo o sencillamente al olvido.

“¡Once centésimas! Es una barbaridad”, decían el otro día los comentaristas. “Ooooh”, contestábamos los que nos admiramos ante todo siempre. Y, claro, automáticamente el señor de la hazaña queda convertido en una deidad y todos quieren saber de él, estar con él y le pagan mucho por casi cualquier cosa porque él se lo merece.

Entonces y sólo entonces me da por pensar en el cronómetro que es capaz de diseccionar el tiempo de esa manera. Debe ser una herramienta extremadamente precisa. ¿Qué currito se responsabiliza de esos chismes? Sinceramente, creo que esa precisión tampoco es cosa que esté al alcance de humanos. Yo no creo que pueda garantizarse que un señor haya corrido exactamente la misma distancia y que ésta se haya medido con igual precisión en Berlín y París (hala, ya lo he dicho). Supongo que esos chismes tendrán unas tolerancias y unos márgenes de error. Incluso la longitud de las pistas estarán afectadas por un margen de error. Como todas las creaciones del hombre.

Afirmar que un señor ha rebajado once centésimas de segundo una medición anterior es de realidad virtual.

Por lo demás, no se qué puñetas significa que un hombre corra los cien metros en nueve segundos y cincuenta y ocho centésimas, ni que este señor sea el nuevo mejor deportista de todos los tiempos. Son sólo historias de humanos…

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